LA PSIQUIATRÍA LE ROBÓ EL ALMA A SU HERMANA — JASMINE LA RECUPERÓ

Las hermanas Sydney (izquierda) y Jasmine Toache antes de compartir la batalla entre el amor de una de las hermanas contra el veneno de las drogas psiquiátricas.
Cuando Sydney, de siete años, fue recetada con fármacos psiquiátricos, se convirtió en un “recipiente vacío”. Y podría haber permanecido así, perdida, de no haber sido por el amor de su hermana y su búsqueda implacable por traerla de regreso.

Sydney, la hermana menor de Jasmine era una niña vivaz… creativa, artística y que cantaba a cada minuto. Era uno de esos niños que te hacen pensar: “¿Cómo puedes ser tan feliz?”.

Y lo era, hasta que fue atrapada por la psiquiatría.

“La gente no dejaba de decirle a mi madre que mi hermana tenía TDA (Trastorno por Déficit de Atención) y que necesitaba Ritalin y que necesitaba ser controlada o calmada y demás”, dice Jasmine.

A la edad de siete años, Sydney fue recetada con fármacos psiquiátricos.

“Los fármacos la destruyeron”, dice Jasmine. “Perdí a mi hermana. Era como si le hubiesen robado el alma. Era la cosa más escalofriante que había visto en mi vida. Dejó de cantar. Estaba en silencio todo el tiempo. Simplemente no estaba ahí”.

Cuando Jasmine fui a la universidad, se especializó en psicología, decidida a encontrar otras alternativas a los fármacos psiquiátricos para los niños. Pero después de un año la dejó. Era como revivir los “momentos de tortura” de su hermana. Al preguntar por soluciones, un profesor la dirigió a CCHR: “Tienes que ir a este museo. Cambiará tu vida. Es lo que estás buscando”.

Jasmine fue. Ella y su novio, también un estudiante de postgrado de psiquiatría, visitaron el Museo La Psiquiatría: Una Industria de la Muerte en CCHR Int. Cuando entró en esa primera habitación, ella supo que lo había encontrado.

“Estaba muy sorprendida porque este era el lado que yo conocía”, recuerda. “Cuando llegué a la sección sobre los niños, me descompuse… simplemente empecé a llorar… Estaba mirando lo que ella tuvo que soportar y nadie quiso tener esa consciencia ni decir algo como: ‘Esto no está bien’”.

Jasmine regresó al museo con su madre y su hermana, entonces una adolescente. Cuando Sydney vio los exhibidores, ese fue el final: decidió dejar los fármacos. Su postura era firme.

“No creo que ningún niño de siete años de edad deba ser diagnosticado con nada porque solo eres un niño”, dice Sydney.

“Creo que ella necesitaba eso para mostrárselo a mi mamá y poder decir: ‘Mira, está demostrado, esto no está bien’”, dice Jasmine.

Después de ocho años atrapada en un vacío de medicamentos, esta era una conclusión emocional.

“Simplemente la abracé” —recuerda Jasmine—, “y le dije: ‘este es tu momento. Tienes derecho a ser libre. Vas a liberar tu alma y vas a volver a tu cuerpo y vas a ser tú misma y no hay nada mal contigo’. Porque nadie estaba admitiendo lo que ella había vivido, excepto yo”.

Sydney se mantiene libre de drogas y ha vuelto a cantar. Y ambas hermanas son defensoras directas de CCHR contra el uso de drogas psiquiátricas.



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