Detrás del terrorismo: La Psiquiatría manipula las mentes

Los ataques terroristas en las Torres Gemelas del World Trade Center en Nueva York y en el Pentágono en Washington D.C. el 11 de septiembre del 2001, nunca se olvidarán: los aviones explotando en llamas al chocar contra los edificios, la gente saltando de los restos en llamas a una muerte segura; los bomberos llegando a toda prisa al área de edificios derrumbados solo para llegar a ser también sus víctimas y grandes sectores de la ciudad de Manhattan convertidos en escombros. El mundo pasmado, miraba las imágenes una y otra vez, tratando de explicarse qué mente criminal podría fraguar un plan como este, y lo que es peor, ejecutarlo.

Esta clase de actos violentos e inconcebibles nos conmocionan a todos. ¿Qué tipo de persona podría ser tan destructiva y despiadada, y además estar dispuesta a entregar su propia vida en el proceso? ¿Qué tipo de mente planea metódicamente y ejecuta un asesinato masivo, sin tener en cuenta a la humanidad? Sin embargo algunos “expertos” aseguran que hoy en día los mercaderes del caos no son más irracionales que tú o que nosotros, y que todos tenemos “demonios” internos.

Cuidado con estos expertos, ya que sus afirmaciones son falsedades descaradas. El terrorismo se crea; no es inherente a la naturaleza humana. Los pilotos suicidas se hacen, no nacen. A final de cuentas, el terrorismo se origina en seres dementes que están empeñados en la destrucción y estos seres dementes son típicamente el resultado de las técnicas psicológicas y psiquiátricas cuyo propósito es controlar la mente y el comportamiento. Los atacantes suicidas no son racionales: son individuos débiles y moldeables a quienes se instruye psicológicamente para asesinar a personas inocentes sin compasión, sin tomar en consideración el valor de sus propias vidas. Son asesinos fabricados.

Parte de este proceso involucra el uso de drogas que alteran la mente. Consideremos el origen de la palabra “asesino”. En el año de 1090, Hasan Ibn al-Sabbah fundó el grupo terrorista llamado la Orden Ismaili, en una fortaleza ubicada en las montañas al Sur del Mar Caspio. Para entrenar a sus seguidores como asesinos, primero se les drogaba hasta quedar inconscientes, después se les llevaba a un jardín hermoso lleno de lujos y mujeres. Se les despertaba para disfrutar de estos “placeres” y luego se les drogaba nuevamente y se les llevaba de regreso con el “Gran Maestro” que supervisaba su entrenamiento. Él les aseguraba que no habían salido de ese lugar sino que solo habían experimentado una prueba del paraíso que les esperaba si llevaban a cabo con éxito la tarea de matar a alguien que se les asignara. Como se utilizaban fuertes dosis de hachís para lograr la intoxicación, a los asesinos se les conoció como “Hashishiyn” (del árabe, “usuario del hachís”), y después se les llamo “Asesinos”.

Los pilotos “kamikaze” japoneses que realizaron un ataque suicida contra los barcos aliados durante la segunda Guerra Mundial utilizaron anfetaminas para vencer su impulso natural de sobrevivir. Los efectos secundarios de las anfetaminas incluyen psicosis, euforia y combatividad.

Beverly Eakman, autora y educadora dice: “Los atroces actos de terror, tortura y asesinato masivo no vienen de individuos que han perdido la cabeza, sino más bien de individuos que han perdido su conciencia. Los infames ataques suicidas al World Trade Center y al Pentágono nos llevan a Osama bin Laden y… al principal mentor de bin Laden, un antiguo psiquiatra… No sería la primera vez que un psiquiatra ha servido como el manipulador detrás de seres humanos carismáticos pero esencialmente débiles y dañados, alimentando sistemáticamente sus odios (y) engrandeciendo sus egos, hasta que al final aún los actos más bárbaros parecen posibles y racionales en el nombre de una causa torcida”.

Desde la “Solución Final” de Hitler en Alemania y la impensable “limpieza étnica” y las purgas terroristas en Bosnia y Kosovo en la década de 1990, hasta los atacantes suicidas de hoy en día, el mundo ha sufrido enormemente en las manos de asesinos programados y maníacos genocidas.

Esta publicación revela los jugadores clave ocultos tras el aumento alarmante y explosivo del terrorismo de hoy en día: los psiquiatras y psicólogos. El exponer públicamente esta fuente destructiva detrás del terrorismo proporciona discernimiento y soluciones a un fenómeno que de otra forma es incomprensible y devastador.

Sinceramente,


Jan Eastgate
Presidente de la Comisión de Ciudadanos
por los Derechos Humanos Internacional

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