Abusos a la tercera edad: Programas de salud mental crueles

En el mundo bajo presión de hoy, lo tradicional se sustituye muy a menudo con métodos más “modernos” para tratar con las exigencias de la vida. Por ejemplo, en otros tiempos, tareas tales como cuidar a nuestros padres y a nuestros abuelos las llevaba a cabo la comunidad, la iglesia y la familia. Hoy en día caen rutinariamente en manos de organizaciones tales como residencias o centros para la tercera edad. Confiamos en que en ellas, el personal calificado profesionalmente, cuidará a nuestros ancianos de la misma manera en que lo haríamos nosotros.

Indudablemente, la esposa y la familia de Pierre Charbonneau, de 67 años de edad, se sintieron así cuando lo llevaron de urgencia al hospital por haber sufrido un ataque de ansiedad severo; según se informó estaba relacionado con la enfermedad de Alzheimer. Al exhibir “agitación aguda”, le recetaron a Pierre un tranquilizante. Diez días más tarde lo transfirieron a una residencia para la tercera edad, en donde la dosis de la droga se le duplicó inmediatamente, y luego se le triplicó tres días después. Su esposa, Lucette, lo encontró completamente encorvado sobre su silla de ruedas, con su mentón contra el pecho, incapaz de caminar y apenas capaz de tragar unas pocas cucharaditas de comida en papilla.

Una farmacéutica alertó a Lucette de que su esposo posiblemente estaba sufriendo un daño irreversible del sistema nervioso causado por fuertes tranquilizantes. La familia llamó a la residencia y pidió que se le suspendiera la droga. Fue demasiado tarde. La lengua del señor Charbonneau estaba permanentemente paralizada, un doctor explicó después, que él nunca lograría recobrar su capacidad para tragar. El señor Charbonneau murió nueve días después. Se determinó que la causa de su muerte fue por ataque cardíaco.

Para aquellos que se proponen hacer arreglos para el cuidado de nuestros muy queridos padres o abuelos, es vital que sepan, que esta historia trágica no es una excepción en el cuidado de ancianos de hoy en día.

Cuando Wilda Henry llevó a su madre Cecile de 83 años a una residencia, “ella entró a este lugar tan bien como usted o yo podríamos estarlo”. En cuestión de dos semanas, después de que se le recetó la droga psiquiátrica Haldol, Cecile empezó a balbucear en vez de hablar, babeaba constantemente, temblaba violentamente y era incapaz de contener sus funciones intestinales. Se descubrió posteriormente que se le había aumentado 100 veces la dosis recomendada. Un médico concluyó que el uso excesivo de Haldol había causado estos síntomas, al igual que el daño irreversible en el hígado.

La realidad de la vida en una residencia o en un centro para el cuidado de los ancianos, con frecuencia está lejos de la imagen estilizada de residentes de la tercera edad siendo comunicativos, interactuando y estando interesados, viviendo en un ambiente encantador. Por el contrario, y con mayor frecuencia, el anciano de hoy en día que es internado en uno de estos centros, se ve sumiso, callado, como ausente, con una especie de carencia de vitalidad, tal vez mirando al vacío o profundamente introvertido y retraído. Aún sin drogas, estas condiciones se pueden originar utilizando el tratamiento electro convulsivo o de choque (ECT) o simplemente por la amenaza de restricciones dolorosas y degradantes.

Mas que ser el fracaso del personal de la residencia que cuida a las personas de la tercera edad, esto es el legado de la amplia introducción de tratamiento psiquiátrico en el cuidado de los ancianos durante las últimas décadas.

Considere los siguientes hechos acerca de los “tratamientos” que reciben:

Los tranquilizantes conocidos también como benzodiacepinas pueden ser adictivos después de 14 días de su consumo.

En Australia, a los ancianos se les prescribía drogas psicoactivas en residencias debido a que estaban haciendo mucho “ruido”, “querían irse de la residencia” o porque estaban “caminando de un lado al otro”.

En Canadá, de 1995 a marzo de 1996, se dieron 428.000 recetas médicas de un tranquilizante altamente adictivo, de las cuales más del 35% fueron para pacientes de 65 años de edad o más.

Informes de los Oficiales de Justicia de la Corona Británica revelaron que las benzodiacepinas son el mayor factor que contribuye, cada año, a las causas de muertes no naturales; más que la cocaína, heroína, éxtasis y todas las otras drogas ilegales.

Las drogas psicotrópicas tales como Ziprexa, Risperdal y Seroquel incrementan en los ancianos el riesgo de sufrir ataques al corazón y muerte, y tienen una advertencia en el envase que enfatiza su riesgo.

Los inhibidores selectivos de recepción de serotonina(SSRIs) son antidepresivos actuales que causan pensamientos y comportamientos suicidas. Según un estudio noruego, el Paxil (paroxetina), por ejemplo, es siete veces más probable que induzca al suicidio a los que lo toman, que a aquellos que toman un placebo (pastilla de azúcar).

En los Estados Unidos, las personas de 65 años reciben 360% más de tratamientos de electroshock que las de 64 años, porque a los 65 la cobertura del seguro del gobierno para electroshock entra en efecto.

Este abuso masivo en contra de las personas de la tercera edad no es el resultado de la incompetencia médica. De hecho las publicaciones médicas advierten claramente en contra de la prescripción de tranquilizantes para personas de la tercera edad, debido a los numerosos y peligrosos efectos secundarios de las drogas. Existen estudios que muestran que el electroshock reduce significativamente el tiempo de vida de las personas mayores. No se tienen cifras exactas de las causas de mortalidad, porque usualmente se reportan como ataques cardíacos u otras condiciones.

Este abuso es el resultado de la maniobra de la psiquiatría para colocarse en una posición autoritaria en el cuidado de las personas de la tercera edad. Desde esa posición, la psiquiatría ha perpetrado ampliamente el trágico y lucrativo engaño de que envejecer es un desorden mental que exige servicios psiquiátricos prolongados y muy costosos.

El resultado final de eso es que, en vez de ser queridos y respetados, muy a menudo nuestros ciudadanos de la tercera edad sufren la extrema indignidad de que su capacidad mental sea anulada despiadadamente con tratamientos psiquiátricos, o que sus vidas sean llevadas a un trágico y prematuro fin.

Esta publicación se presenta para desenmascarar la horrible realidad de que tales tragedias se repiten en silencio y frecuentemente en instalaciones para ancianos en todo el mundo. Esta traición que se les hace a los ancianos y a sus seres queridos no se debe tolerar en una sociedad civilizada.

Sinceramente,


Jan Eastgate
Presidente de la Comisión Ciudadana Internacional por los Derechos Humanos

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